Desde chicos convivimos con preguntas como ¿Por qué llorás? ¿Y ahora qué te pasa? ¿Otra vez estás de mal humor?, y frases como «No te pongas así» » No es nada, vamos» «Dale, sonreí».
Como si no estuviera bien visto demostrar lo que nos pasa. Por suerte eso está cambiando de manera drástica, aunque falta un largo camino por recorrer y vos como líder de equipos tenés un rol fundamental en que eso suceda.
En los últimos años, gracias a estudios realizados y el avance de disciplinas como la psicología y las neurociencias, nos dimos cuenta que reprimirlas nos hace mal y comenzamos a abrazarlas.
¿Y qué pasa con las emociones en el ámbito corporativo?
Los usos y costumbres en las empresas muchas veces funcionan como una política corporativa no escrita pero implícita «PROHIBIDO DEMOSTRAR EMOCIONES», como si se pudiera hacer eso estando como mínimo 8 horas por día en ese lugar y cuando en muchos casos las emociones provienen de hechos que sucedieron ahí.
En el ámbito corporativo las emociones no tienen buena reputación, como si fueran menos importantes que los pensamientos.
Hoy sabemos que nuestras mentes procesan simultáneamente emociones y pensamientos determinando si una situación es positiva o negativa y actuando en consecuencia. Nuestro cerebro no maneja de forma separada la emoción y cognición. Las intenciones resultantes del proceso anterior tiene consecuencias importantes en la consecución de objetivos de nosotros como empleados y también en la organización.
Imaginemos las emociones negativas de un empleado luego de que cancelaran un proyecto en el que trabajó mucho tiempo. Se siente amenazado, subestimado, con menos energía, con menor predisposición a colaborar con otros o hasta pensar en irse de la compañía. Pero también están las emociones positivas derivadas de un reconocimiento público o privado o una promoción que pueden generar mejoras en la confianza, sentido de pertenencia, voluntad de asumir nuevos desafíos.
La vulnerabilidad como camino
Lo primero que tenemos que hacer es distinguir entre emociones y estados de ánimo. Mientras que las emociones son provocadas por un hecho en particular y tienen una duración corta, cuando esto no sucede y se prolongan en el tiempo dan lugar a los estados de ánimo, que tienen carácter más permanente.
Y acá me gustaría introducir el concepto de vulnerabilidad, pero entendida como acto de confianza y apertura como base para mostrar quienes somos, nuestros gustos y preferencias en cualquier ámbito pero también nuestras debilidades. Y, lo interesante, es que La vulnerabilidad tiene más que ver con el receptor que con el remitente. El receptor juega un rol central. ¿Empatiza y se abre también revelando sus propias creencias y debilidades, o lo oculta y simula?
En general creemos que la confianza viene antes de la vulnerabilidad. Primero construimos confianza, luego saltamos.
Pero la ciencia está demostrando que lo entendimos al revés.
La vulnerabilidad precede a la confianza. Saltar a lo desconocido, cuando se hace junto a otros, hace que la base sólida de la confianza se materialice bajo nuestros pies.
¿Cómo tratar con estas situaciones entonces?
Las emociones negativas que aparecen con más frecuencia son: frustración, irritación, preocupación, nerviosismo, enojo, agresión, descontento, desilusión e infelicidad.Y los estados de ánimo más comunes asociados a estas emociones suelen ser resignación y resentimiento.
El primer paso para abordar estas situaciones es generar el espacio para que la persona reconozca estas emociones y sus señales particulares (generalmente corporales), lo que le va a permitir tomar consciencia de lo que les está sucediendo, tomar control de la situación y canalizarlas de forma positiva. En este espacio (tiempo) la persona puede reflexionar, indagar más sobre la situación para encontrar una explicación, pedir opiniones, etc.
En segundo lugar, si estas emociones se convierten en estados de ánimo, podemos ayudar a resignificarlas.
En coaching ontológico usamos una herramienta que es la reconstrucción lingüística de esos estados de ánimo, lo que permite entender qué hay realmente detrás de ellos y poder acompañar a nuestros colegas a mutar hacia estados de ánimo de aceptación y ambición.
Entonces la próxima vez que veas a un compañero de trabajo, seas su jefe o no, empatizá y disponete a escuchar genuinamente lo que esté dispuesto a contarte desde su vulnerabilidad y no le preguntes de forma semiautomática «¿Qué te pasa que estás así?»
PD: Si llegaste hasta acá, gracias por leer. Si te parece que esto puede ser útil para alguien, te agradecería que lo compartas. ¡Muchas gracias!