A veces se simplifica el análisis y tendemos a creer que pertenecer es bueno y que diferenciarse y correr el riesgo de quedarse afuera de un grupo es malo. Pero pertenecer no es siempre ser fan incondicional y diferenciarse no es necesariamente estar en contra.
Lógicamente es muy importante el contexto en el que se da la situación. No es lo mismo hacer énfasis en diferenciarnos en circunstancias donde es vital la cohesión y la unidad respecto de un objetivo común, como puede ser el lanzamiento de un cohete espacial donde cada acción debe estar consensuada, planificada y concatenada con precisión milimétrica, que hacerlo en un momento donde expresar diferencias es el comportamiento esperable, como puede ser una reunión de brainstorming para resolver un problema en particular.
Somos seres sociales, gregarios, nos gusta estar en grupos. Esto es bueno porque nos da sentido de pertenencia, no estamos solos. Somos parte de un grupo que nos contiene y esto también tiene algunas implicaciones.
Una de las consecuencias de nuestra forma de interactuar socialmente es que nos comparamos permanentemente con nuestros pares.
¿Ser parte de un grupo significa que tengo que coincidir con todo lo que se hace?
¿O con lo que hace la mayoría?
¿Puedo pensar diferente, o voy a dejar de ser parte de ese grupo por pensar distinto?
Ser distinto es la base de ser individuos, de nuestro ser. Y este ser que somos está moldeado por nuestras creencias, las experiencias que vivimos, las historias que nos contaron y decidimos creer y las que nosotros nos contamos sobre lo que nos sucede y tantas otras cosas.
¿Y entonces?
¿Cómo conciliamos esto de ser seres sociales con que en realidad somos individuos y por lo tanto diferentes unos de otros? Si coincidiéramos en todo con otros, dejaríamos esa individualidad de lado y en consecuencia parte de nuestra identidad.
La respuesta está en los valores, no en los códigos. Si no se comparten los valores, no se pertenece.
Como me dijo una vez un ex jefe,
«los códigos son para la mafia, lo importante son los valores.»
Una vez definido si compartimos los valores con el grupo de pertenencia, es clave entender, como dijimos antes, que aceptar que el otro es diferente es aceptar su individualidad, su ser, su identidad. Al aceptar las diferencias estamos legitimando al otro como un semejante, como un par. Lo estamos reconociendo.
Por otro lado, tan importante como aceptar los distintos puntos de vista, la diferentes realidades y propuestas es saber manifestarlas para favorecer dicha aceptación.
Algunos aspectos a tener en cuenta a la hora de al expresar nuestras diferencias son:
- las formas,
- estar seguros que estamos expresando una diferencia respecto de un tema específico y no de la persona que está argumentando la postura distinta,
- podemos también estar seguros de estar dando argumentos y evidencias que soporten nuestra postura.
- si tiene que ver con un tema de valores , explicar claramente con que valores que tenemos arraigados entra en conflicto la situación en cuestión y de paso preguntarnos si estamos realmente convencidos de apegarnos a ese valor a rajatabla.
Pero teniendo en cuenta que nuestras interacciones y conversaciones son esencialmente para llegar a acuerdos, pensar qué posibilidades se abren y cuales se cierran al mantener tu postura, entendiendo que el hecho de aceptar la existencia de distintas visiones y tratar de entenderlas es abrirte al aprendizaje y en consecuencia a poder transformarte.
Vos ¿cuánto estás aceptando las diferencias?
PD: Si llegaste hasta acá, gracias por leer. Si te parece que esto puede ser útil para alguien te agradecería que lo compartas. Muchas gracias.